martes, 3 de agosto de 2010

La cultura como condición de desarrollo.

Escribe Ministro de Cultura Luciano Cruz-Coke
Fuente: La Tercera


A la deficiente comprensión lectora que exhiben los habitantes de nuestro país se suma la casi nula penetración de nuestras clases más desposeídas en el panorama cultural.

Según la Encuesta de Participación y Consumo Cultural de 2009, los segmentos D y E tienen apenas un 15% y un 2,6%, respectivamente, de asistencia a eventos culturales, pese a que la gran mayoría de estos se realiza de manera gratuita. Así no se logra crear hábitos de consumo de cultura sostenidos, inhibiendo a los sectores más vulnerables de la posibilidad de mejorar su calidad de vida por medio del acceso a la cultura.

Los lugares en donde habita la cultura son museos, galerías, salas de exhibición, de cine, teatro o música a las que tiene acceso una elite. En sociedades altamente mediatizadas como la nuestra, en que el número de teléfonos celulares supera al de habitantes y el de televisores al de familias, los fenómenos de producción de conocimiento se transmiten masivamente por la televisión y, crecientemente, a través de los nuevos medios tecnológicos.

Hoy la cultura casi no está presente en la televisión, ni en su contenido programático ni en sus tandas comerciales -no hay recursos que financien la costosa difusión televisiva- y escasamente, en los medios portables.

La ausencia del ministro de Cultura en instancias de decisión de contenidos, como los directorios de TVN y del Consejo Nacional de Televisión (al que, paradójicamente, desde el Consejo de la Cultura se le transfieren $ 4.000 millones), dan cuenta de una realidad: la cultura ha sido relegada a un lugar marginal. Peor aún, seis años después de creada la institucionalidad cultural, el Consejo de la Cultura no organiza ni participa en los premios nacionales de literatura, música y artes, máximos reconocimientos que otorgamos a nuestros creadores y que siguen radicados en el Ministerio de Educación. Tampoco los productos de los fondos de fomento a la creación artística del Consejo de la Cultura han logrado tener presencia destacada en los medios de comunicación masivos.

Hoy, cuando la inminente televisión digital nos abre un espectro que está por llenarse, vale la pena sincerar si, más allá de los discursos, queremos realmente dar a la cultura un rol protagónico en nuestra sociedad. Ante este desolador panorama cabe preguntarnos: ¿con qué profundidad comprendemos la acción del arte y la cultura en el desarrollo cívico y personal de los chilenos? ¿Qué rol le suponemos en nuestra sociedad?


Lo anterior pasa primero por responder si sólo le conferimos un papel decorativo -la cultura viste y viste bien- o si le reconocemos el poder transformador profundo que muchos creemos tiene en la calidad de vida de las personas. Basta observar el fenómeno producido por instituciones como las Orquestas Juveniles, que han logrado oportunidades de transformación social eficaces en la vida de personas de sectores vulnerables, o, en otro aspecto, el valor económico agregado que produce el turismo cultural en la vida urbana y en la generación de divisas en los países desarrollados.

Chile apuesta al desarrollo en la próxima década y es gravitante poner a la cultura en el centro de la sociedad de oportunidades si queremos lograrlo de manera integral. Ello implica entender que la cultura no es un bien suntuario de carácter accesorio, sino una efectiva herramienta de desarrollo social en el entendido cabal de que la pobreza, mucho más que una situación económica, es una condición cultural.

Ha llegado la hora de hacernos cargo.

Fuente: La Tercera.



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